EN DESAROLLO
La vieja terminal del barrio Gorriti, un lugar que alguna vez fue un punto de encuentro y tránsito, se ha transformado en una zona de creciente alarma para los vecinos. En los últimos dias, los hechos de inseguridad, violencia y accidentes se han multiplicado, generando un clima de preocupación entre los residentes del área, que se sienten cada vez más vulnerables.
A principios de este mes, uno de los incidentes que captó la atención de todos ocurrió cuando una comerciante, cansada de la impunidad con la que se viven estos robos, detuvo a golpes a un hombre que le había robado su celular en las inmediaciones del "Big Mall", cerca de la vieja terminal. La mujer, mientras trabajaba en su local, fue víctima del robo por parte de un hombre de 24 años. Sin pensarlo, la comerciante persiguió al ladrón, logró atraparlo y le recuperó el celular. En ese preciso momento, dos policías que pasaban por la zona se detuvieron, logrando esposar al malviviente.
Pero lo que sucedió después generó aún más tensión. Mientras los oficiales hablaban con el delincuente, la mujer, visiblemente enfadada, comenzó a recriminarle y, entre insultos, le propinó puñetazos y patadas. “Me lo sacó y yo me fui corriendo y lo agarré. Me lo devolvió porque yo lo agarré”, relató la mujer a los policías, mientras el ladrón, entre disculpas, explicaba que lo había hecho "por su familia". Aunque la situación fue controlada por los oficiales, la agresión continuó, dejando en evidencia el malestar de los vecinos ante la inseguridad reinante.
Solo unos días después, otro hecho de gravedad ocurrió en la misma zona. Un hombre alcoholizado, al volante de una camioneta Toyota Hilux, chocó contra un colectivo, un poste y, lo más preocupante, embistió a una mujer sobre la calle Iguazú y Dorrego, en las cercanías del conocido “caracol”. El joven de 19 años, perteneciente a la comunidad gitana, no solo impactó con violencia contra los objetos a su paso, sino que también dejó a la mujer, de 45 años y comerciante, con graves lesiones. La misma fue trasladada de urgencia al Hospital Dr. Pablo Soria, donde se constató que presentaba politraumatismos y una fractura en su pierna, aunque afortunadamente sin ningun peligro. Sin embargo, el conductor, lejos de detenerse, siguió su carrera, embistiendo de nuevo al colectivo antes de retroceder y continuar con su trayecto.
En la zona de la vieja terminal del barrio Gorriti, se descubrió recientemente una residencia que operaba como parte de una red de abuso y explotación sexual infantil. El hallazgo, que generó gran conmoción en la comunidad, reveló que menores de edad eran víctimas de explotación en este lugar, que inicialmente parecía ser un alojamiento común.
Vecinos del área comenzaron a sospechar de la actividad irregular en la residencia debido a la constante presencia de personas desconocidas y el comportamiento extraño de quienes frecuentaban el lugar. Tras varias denuncias y una investigación por parte de las autoridades, se logró desmantelar la red de explotación y rescatar a los menores involucrados.
Este caso subraya la preocupación por la vulnerabilidad de los niños y adolescentes en la zona y ha generado un llamado a las autoridades para que refuercen las medidas de protección y seguridad en el barrio. La comunidad local exige una mayor intervención para prevenir y erradicar redes de abuso infantil en la región, que han quedado al descubierto con este impactante hallazgo.
Pero no solo los robos y accidentes son motivo de preocupación. Otra de las realidades que los vecinos no dejan de señalar es la creciente presencia de personas en situación de calle, muchas de ellas visiblemente alcoholizadas. Según los testimonios de los habitantes del barrio, estas personas, a menudo agresivas, generan situaciones de tensión y peligro. Los vecinos aseguran que algunos circulan por la zona con botellas en la mano, y que el olor a alcohol se percibe con frecuencia en el aire. Este comportamiento no solo afecta la seguridad de quienes transitan por allí, sino que también incrementa la sensación de desorden y abandono que se respira en la vieja terminal.
La comunidad pide más presencia policial, un control más estricto sobre el consumo de alcohol en la vía pública y la implementación de políticas que busquen brindar seguridad a los vecinos. En un contexto donde los robos, accidentes y agresiones son cada vez más frecuentes, el sentimiento generalizado es que ya no se puede esperar más. La vieja terminal, ese antiguo centro neurálgico del barrio, hoy está viviendo una transformación preocupante que exige la atención urgente de las autoridades y el compromiso de todos para garantizar la seguridad y tranquilidad de quienes viven en la zona.